180.000 pesetas, dos chavales de 20 años y 700 capones. Así comenzó la historia de Cascajares. Una empresa, dedicada a los platos precocinados, que ha sabido enfrentarse a cada uno de los obstáculos que se le han puesto en el camino. 

Así lo ha contado Alfonso Jiménez, CEO y presidente de Cascajares en el IES Trinidad Arroyo (Palencia). Su intervención ha servido de pistoletazo de salida a nuevo ciclo de participaciones en el Foro de Emprendimiento organizado por la Fundación Empresa Familiar de Castilla y León.  

En los comienzos Alfonso Jiménez y su socio, Francisco Iglesias, empezaron a dar sus primeros pasos en el mundo del emprendimiento criando capones en una pequeña finca familiar de Zamora para vendérselos a los restaurantes de la zona. Pronto, con la ampliación de la producción, tuvieron que enfrentarse al primer problema: 700 capones que alimentar y que ningún local quería. Entonces se les ocurrió “la locura del siglo”: hacer conservas en lata para evitar que la carne se conservara en buen estado hasta que pudieran verdela. Así, nació Cascajares.  

Los capones confitados tuvieron un éxito rotundo y se empezaron a vender en Barcelona, Alicante o Madrid. Sin embargo, las pechugas no se vendían tan bien. Esto los llevó a una nueva idea y a alquilar una fábrica para poder escabecharlas.   

En 2003, se comunica el compromiso de los actuales reyes y otra locura llega a la mente de Alfonso: “Cascajares tiene que estar en esta boda con su capón” y lo consiguieron. Después de 29 reuniones, el capón llegó a la mesa como plato principal en el menú del banquete. “Soñé y creí mi sueño y conseguí convencer a mi gente de por qué no iba a ser posible”.  

Comenzaron con una producción de 800 capones, de los que la Casa Real se quedó con 600. Otra vez, volvían a sobrar 200 capones. “Hice una lista con 200 periodistas que iban a cubrir la boda”. Cogió cajas de poliespán y metió los capones con hielo junto a una nota: “Si usted no está invitado a la boda de los Príncipes de Asturias, por lo menos podrá comer lo mismo que se come en Palacio”. Y volvió a triunfar.  

Esta acción se convirtió en trending topic y al día siguiente, una veintena de personas estaban esperando a las puertas de la fábrica para probar el famoso capón. Una licencia del palacio real y mil capones más tarde, permitió replicar la receta que se había utilizado en el evento y que venderán online al público a través de su primera web.  

La empresa se encontraba en pleno auge y deciden contactar con José Andrés, actual dueño del restaurante Jaleo, con el fin de cocinar el pavo de acción de Gracias y así, internacionalizar con una nueva fábrica en Estados.  

El negocio cada vez iba mejor, las ventas se multiplicaban y Cascajares por fin, había cruzado el charco, pero entonces llegó el siniestro. El 26 de enero de 2023 la fábrica de Cascajares queda arrasada por las llamas. Todo se había quemado, excepto la marca. “Hemos tenido muchísima suerte porque se quemó todo, pero pudo salir todo el mundo” dijo el dueño ese mismo día ante los medios. Pero, a pesar del accidente, Cascajares no se iba a rendir tan fácilmente y en un tiempo récord de 10 días, la actividad de la empresa vuelve al mercado, gracias a sus trabajadores. “Este lunes hemos subido el cartel de Cascajares, el mismo cartel que aguantó al fuego, no le hemos tenido ni que pintar, y es el emblema, nuestra gente y nuestra marca”, recordó Jiménez.  

Como agradecimiento a todo lo brindado por la sociedad durante estos años, la empresa crea la Fundación Cascajares con más de dos millones de euros recaudados para que personas con discapacidad puedan tener apoyo en su integración laboral.  

Cascajares es la historia de dos chicos de 20 años que creyeron en sus ideas, apostaron por ser diferentes, pero, sobre todo, es la historia de un negocio de un capón que, a pesar del fuego, sabe siempre resurgir de sus cenizas. 

Vuelve a ver su intervención en: https://www.youtube.com/watch?v=8X4F8WwimP8